El Hombre Que Llegó En Nombre Del Amor
En nombre del amor y la verdad,
llegó con manos llenas de bondad,
un canto de hermandad y igualdad
que hoy duerme en el silencio de la ciudad.
Su voz, cual río puro, recorrió el desierto,
multiplicó el pan, calmó el mar incierto,
pero el oro, voraz, tejió su puñal:
codicia y avaricia lo clavaron en un maderal.
Habló de un reino sin tronos ni espadas,
donde el último fuera bienaventurado,
mas su mensaje, en sombras, fue enterrado:
gobiernos y mercaderes lo han profanado.
Hoy sus palabras son hashtags en la red,
mientras el hambre crece y el odio hace estrépito;
levantan muros donde él abrió el pecho,
y en nombre de su amor... ¡matan con pretexto!
Visten de púrpura a los nuevos césares,
los bancos son templos, el pobre, un estorbo.
La avaricia cosecha frutos amargos:
niños sin techo, mares convertidos en lagos de llanto.
Él, carpintero de esperanza y de asombro,
hoy vería su cruz hecha logo y escombro.
Predicó compartir, pero el mundo acumula,
y en sus altares, la balanza oscila.
¿Dónde quedó el amor que no juzga ni excluye?
Lo ahogaron en dogmas, en banderas que arguyen.
Sus huellas en el mar las borró el cemento,
y el prójimo es un “like” en el firmamento.
Mas su luz, aunque herida, no se deja apagar:
sigue en el pan que un vagabundo comparte,
en las manos que rompen las rejas del mercado,
en los que, sin iglesias, construyen el sagrado.
No murió en Roma, pero su sangre aún fluye
en cada protesta que al débil incluye,
en las voces que gritan: *iBasta de olvido!
El reino es aquí, donde el amor es latido!*
Que no vuelvan a crucificar su enseñanza
por defender riquezas, fronteras o hegemonía.
Que su verdad no sea estatua, sino semilla:
un mundo donde al fin brille la justicia.
—Luis Barreda/LAB