Renacer en Libertad
Cayeron mis alas rotas en el suelo,
el viento apagó la luz de mi anhelo.
Creí que el invierno jamás terminaría,
pero en el dolor brotó una nueva energía.
Tus palabras fueron cuchillos de cristal,
deshojaron mi alma, me hicieron dudar.
Hoy entiendo que el frío que me lastimó
fue la leña que el fuego de mi fuerza encendió.
Ya no busco en el espejo tus huellas marcadas,
ni mendigo caricias que nunca llegaban.
Las promesas que un día lanzaste al vacío
se convirtieron en alas para cruzar el río.
Recojo los pedazos de aquella ilusión,
los mezclo con risas y nueva pasión.
Las lágrimas secas son tinta en mi historia:
escribo victoria sobre cada memoria.
No guardo tus besos ni el eco de ayer,
solo agradezco lo que pude aprender.
Tu adiós fue un abrazo de sombra y verdad:
sin heridas, ¿cómo habría encontrado mi paz?
Quemo las cartas que el tiempo olvidó,
las lanzo al océano... ¡que él las ahogó!
En sus olas borro tu nombre y tu aroma,
mi cama es un templo donde nadie te nombra.
Si un día te asomas a este corazón,
verás que en sus grietas nació una canción.
No canta tristezas ni reclama el ayer:
celebra que al fin... logré volver a nacer.
Ya no soy la niña que espera en silencio,
ahora mi amor es bosque, raíz y alimento.
No pido migajas, exijo un jardín:
florezco completa, sin miedo al fin.
Y aunque el camino tuvo espinas y sal,
hoy alzo la frente y digo sin más:
“Gracias al ayer por lo que me quitó...
Sin vacío no hay espacio para lo nuevo y mejor”.
—Luis Barreda/LAB