Ojos que Cuentan Historias
Creí mis ojos verdes, mas no era verdad,
el espejo mostró su azul, fruto de la edad.
El tiempo, como un río, lavó mi confusión,
y en su reflejo hallé otra versión.
Tus ojos, en cambio, son bosques en primavera,
verdes que acarician mi alma sincera.
En ellos me pierdo, en ellos respiro,
son faro en la noche, calor en mi frío.
Aunque kilómetros rompan nuestro querer,
tu mirada en la pantalla logra florecer.
Me dices que soy luz con tu voz sutil,
y mis ojos marrones brillan hacia ti.
Juntos frente al espejo, desnudos, sin temor,
somos raíces y ramas, un mismo color.
Tus hombros pecosos, mis huellas en piel,
un mapa de encuentros que pintamos con miel.
Tú dices que mis ojos son verdes, no marrones,
y aunque dudo, tus risas calman mis pregones.
Tal vez el amor, con su arte sutil,
presta tonos nuevos a lo que hay en mí.
Verdes como el mar que en la orla suspira,
como hojas que el viento en otoño retira.
Tus ojos son versos, canciones de paz,
un refugio eterno que el tiempo no hará.
Ya no temo al espejo ni a su claridad,
pues tu verde en mi azul teje libertad.
No importa el nombre del color que ven,
sino el hogar que construyen cuando se miran bien.
Tus ojos, mi brújula; los míos, tu altar,
dos almas que el mundo no pudo separar.
Verdes, azules, marrones... ¡Qué más da!
Si al fundirse en amor, una historia crearán.
—Luis Barreda/LAB