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Parábula de la mujer sedienta

—Señor, estoy sedienta. Como la tierra seca,
mi alma, ardiente espera la bendición del riego;
soy ansia y fiebre toda, devoradora llama;
el pozo es hondo, y sola, junto al brocal, sed tengo.
—Yo calmaré tus ansias, mitigaré tus fiebres.
Mujer, soy agua viva de amor, ten fe, que luego,
en tu alma, como un hondo milagro de infinito,
haré brotar la linfa de un manantial eterno.
Así, bajo los cielos de estrellas florecidos,
hablóle el Cristo, y era, frente al azul sereno,
frescura bienhechora de paz cada parábola...
Un halo de luz alba rielaba en el sendero,
y el alma aquella, ansiosa de amor, su sed calmaba
del agua que era el Verbo divino del Maestro.
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