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Está

Está.
Aunque no lo crean ahí está. Sí.

Tengo un hermano mayor, este es la “otra cara de la moneda escarchosa” que soy. Él es otro mundo, otro casi perfecto retrato de mi papá.
Nos llevamos genial, y no lo digo porque no nos mentemos siempre las palabrotas que nos prohibían nuestros padres. Sino porque nos cuestionamos el uno al otro.
Encontré esa complicidad.

Encontré también un gemelo como siempre quise.

Este es el otro yo que la sociedad quizás hubiera respetado si se me hubiera heredado el masculino ideal con el que añoraba mi papá. Pero ¿adivinen qué? Mi mamá quería la “parejita” y siete años después de aquel primer ejemplar, de un sopetón llegué yo a desordenar.
¿Saben algo? Le llegué a tener envidia, se le quería más, tenía muchas amistades hombres. Y eso que aprobación masculina nunca llegué a fantasear, pero algo de apoyo me hubiera gustado contar para las batallar que tenía que librar.

Llegué a pensar, algún momento que él sí era la realización perfecta, producto hecho y moldeado a mano y talle de los ideales de mis padres. Pero creo que la complicidad viene en el equilibrio y la particularidad.
Me contó que a los 7 años, me esperaba con demasiadas ansias. Raja que cuando nací me cargaba por todo lado y me amaba violentamente...

Vieran que hablé en pasado, no porque ya no reconociera ese afecto, sino porque con el pasar de los años, quizás lo di por sentado y creí que había pasado.
Hasta que hace un año, habló con mis papás, y les dijo: “O hacen algo por este mae, o lo llevo yo a siquiatría para que esté bien, no soporto verlo así”. Ahí, volví a sentir, que además de la sangre compartíamos ese resguardo que en los peores momentos, nos salía del alma y se lo brindábamos al otro.

Nunca llegué a pensar que me llevara tan bien con alguien heterosexual, pero mi hermano fue el primero en afirmarme que, en mí, nada estaba mal. Hasta se burló, cuando mi mamá llorando le dijo: “Es que ya nos dijo que es así”. Él sin entenderlo mucho al principio, pensó que yo la había cagado con algo, pero cuando supo del ¿por qué? del llanto de mi mamá les dijo: “hahahaha de verdad nunca pensaron en eso, lo he sabido siempre”. Yo desde mi cuarto escuché eso y lo primero que pensé fue: “Oh jueputa este, yo no soy tan predecible”.

Mi hermano mayor es toda esa parte de mi personalidad que se quedó con la testosterona de los huevos de mi papá, aunque aquí entre nos, a él tampoco le nace barba.

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