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Rebeldía*

Nací rebelde, desde el primer respiro. Lo entendí en el momento en el que mami me contó que pensaban que era una bebé, no me dio la gana serlo. No llegué al mundo por el camino tradicional. Me sacaron sin permiso, a la fuerza... no me deslicé por un túnel que deja ver la luz al final, sino que, al nacer, dejé una cicatriz en el cuerpo de mi madre.

Vine sin mi consentimiento. Irrumpí violento, aunque esa manera de actuar no fuera lo mío. Siempre fui más bien decoroso, hasta lloraba quedito. Nunca seguí tendencias... ni corrí detrás de una bola ni me gustaron las cosas azules. Verde fue el color que escogí porque me resultó natural... los bosques y las montañas, son lo mío. Ese silencio que suena, la vida que se esconde. Me instruyeron en matemáticas, en idiomas y catequesis pero mi consciencia se fue enriqueciendo con vivencias cotidianas, con sueños vívidos, con el deseo intenso de ser libre.

Me sentí completo al posar frente a una cámara. Rodeado de siniestros familiares con sonrisas fingidas y mi misma sangre yo salí con plumas. Siempre soñé con volar y acurrucarme en unos brazos. Protagonista de mí historia, aun al margen nunca pude compartir camerino con otros.

Arranqué la escuela, los niños muy bien educados al pasar me gritaban: “¡ñau!” y pateaban la bola a saber cómo porque siempre me daba en la jacha. Los tiranos vencían, jugaban un partidazo tras otro y yo salí de la cancha y luego fui construyendo una coraza donde cupiera mi humanidad.

Me hablaban en femenino y a mí me daba igual, aunque ellos se rieran. ¿Era un insulto ser mujer? No tenía respuesta pero no me atreví a preguntarles. Otra bola me esperaba con la adolescencia: golpes en la cabeza más la manía de agarrar mis tetas cuando se daban cuenta de mi voluptuosa carne que crecía. Así por mis venas de colegial corría un calor infernal y
debajo del uniforme, llevaba otro, el de física, para no compartir vestuario.

No quise partirme el lomo jugando a ser quien no era, calzando en lo viril. Entonces y además, me enamoré. Iba al lado tuyo, casi siempre, así que no supe ni cómo ni cuándo te conseguiste una novia. Ahí sí, me dije ¡de aquí fui! Pero la puerta del closet se había cerrado y ya no podía entrar, ni queriendo. No me quedó otra que empezar –de a poco– a enamorarme de mí.

La testosterona me invitaba a seguir y seguí. Hombres me hicieron tocar el cielo, –de boca–. Algunas mujeres también han hecho fluir mi sangre. Y es que al final solo busco seres humanos para convivir, para amar, para sentir... Solo quiero mantener la vulgar, sodomita, asquerosa, violenta, suculenta diferencia, la sexual emoción que algunos dicen que escogí. La verdad, fue ella la que me eligió a mí y solo me quedan dos opciones ser incongruente y rechazarme o aceptarme y tratar de ser feliz. Esa es la rebeldía que habita en mí.

*Este escrito forma parte de una Antología LGBTIQ+ titulada “Voces Feroces: entre palabras osadas y páginas ilustradas” es una publicación de la Alianza Empresarial para el Desarrollo (AED) como capítulo local de Pride Connection Costa Rica. Se trata de una antología de textos literarios en diferentes formatos escritos por 27 personas LGBTIQ+ entre los 15 y los 59 años e ilustrados por 8 artistas visuales LGBTIQ+.

#Diversidad #LGBTIQ+

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