El mundo es infinitamente complejo… hay infinitos matices entre el bien y el mal, así como infinitos tonos entre el blanco y el negro.
La vida, qué ironía tan bella, termina siendo lo que pensamos de ella.
No soy ningún –ista ni practico ningún –ismo: sólo soy un artista que piensa por sí mismo.
Todo el mundo quiere ser inmortal, pero nadie se ha molestado en leer la letra pequeña: para ser inmortal
Vístete fuego, viste té y hierba en el pelo: arriba el cielo, abajo el trigo
Hazlo o no lo hagas: no hay propósito alguno que te haga triunfar.
No se echa en falta nada que sobra: como una mariposa que vuela a la pata coja.
El prosaico patriotismo de la pila de platos sucios de la cocina no está patrocinado por ninguna puta compañía
Desde pequeñito crecí igualito que un camaleón: un ojo en el presente –que es buen… otro en el pasado –que fue mejor–.
La vida se bebe a sorbos breves: como un buen vino.
La débil dedicatoria que le dedico… para hacerlos míos se está desdibujando entre ojeras desgastadas y lírica… y se está volviendo ilegible
Las aceras siguen siendo ilegibles libros de pies cuyas páginas se revuelven al son del insomnio
Todos llorando por lo malo del mundo, como si no hubieran visto ni un gramo, de maldad. Y yo, sonrisa en mi cara,
Así como no todo aquello que mide la hora es un reloj, no todo aquel
Los ojos de Ella eran de esos que parecían poseer un pedacito de infinito