La vida se bebe a sorbos breves: como un buen vino.
A veces, el fuego se enamora de todo lo que toca. En esas veces y solo en esas el destino, lejos de ser desatino, es justicia poética.
Vístete fuego, viste té y hierba en el pelo: arriba el cielo, abajo el trigo
Desde pequeñito crecí igualito que un camaleón: un ojo en el presente –que es buen… otro en el pasado –que fue mejor–.
Voy a lanzarme a ver si existo: sin perdón, sin excusas, sin permiso.
No hay momento más letal que cuando la tóxica quemazón de la decepción se te hace familiar.
Mientras el otoño llega y las hojas se tornan amarillo, yo me torno carajillo y me bebo,
La atracción de la luna siempre me pareció aterradoramente atractiva: como una buena mujer.
Hazlo aunque llueva, porque llueva o no llueva, no se hace solo.
Llevan las medias negro melancolía: como el corazón.
Háblame de la fotogenia de la primavera de mis manos meciendo tus muslos y tus piernas
El cuerpo que te ha tocado es el resultado de una lotería que no has jugado.
Vístete de aire, de brisa y ven a verme.
Detrás de esta sudadera desgastada y deshilachada guardo este acariciado, áspero y moribundo mundo. Detrás de esta cara de charlatán
Dejaremos de complicarnos la vida sin sentido el día que nos llamen simple y nos parezca un cumplido.