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Entenderla es disfrutar sus silencios

Tratar de entender a la Flaca... un ejercicio tan inútil y absurdo, como inevitable. Sencillamente no es posible, ni entenderla, ni dejar de tratar hacerlo, ya intenté las dos y la única solución visible parece ser la insulsa y desesperada evasiva, que funciona a las patadas justificándose entre el humo y las botellas.

No tiene caso querer saber que pasa en su cabeza, porque muchas veces ella se hace la misma pregunta y de saberlo, lo más seguro es que te asuste la respuesta. Ambos sabemos que la curiosidad, que de cobarde tiene poco, podría ayudar a averiguarlo y así terminar con la maldita incertidumbre. Pero las corazonadas inciertas estarán siempre presentes y alimentarán la vacilación, que de a poco pierde su sentido y se fuerza a morir.

Tratar de entenderla ya no es opción, se hace más sencillo y mucho menos doloroso abrazar el surrealismo que ella representa, usar la razón resulta ya bastante idiota y no hay mejor manera de poder comprenderla que limitándose a sentirla, dejándose llevar por su locura e imperfección. Palpando cada línea de sus escondites más evidentes, cerrando los ojos para escuchar las historias de las que quiero ser parte y volver a abrirlos para no cansarse nunca de mirarla.

La Flaca es un cóctel de aromas y sabores, en el que probarla significa engancharse a la dulce amargura de sus labios y detener el tiempo degustando el infinito recorrido por su piel. Así las pretensiones de descifrar aquello en que piensa, finalmente se hacen más borrosas una vez disfrutas aprender a interpretar sus silencios.

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