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Tengo hambre

Y Julieta despertó. Recordaba poco de la noche de viernes, la luz de mediodía que entra por la ventana que da al balcón le taladra la cabeza y el martilleo de la remodelación que hacen en el piso de arriba tampoco ayuda.

Teobaldo mete sus patas bajo las sábanas de Julieta, mientras la araña suavemente comienza a maullar – tengo hambre -, intenta patear al gato pero no lo consigue – tengo hambre – repite Teobaldo, ahora mirándola fijamente a los ojos.

Julieta cede y obedece a las demandas del gato. Entrecierra los ojos y se estira un poco intentando despertar. Fuera de cama, camina hacia el baño.

Absorto, observa cómo Julieta se pasea por la casa un tanto perdida. Mientras tanto, él se limita solo a eso, a observarla; detalla sus pies descalzos, sus muslos desnudos, la camisa azul que cubre sus caderas, las manos que juegan con el cabello suelto y de nuevo, sus ojos. – ¿Por qué tardará tanto?, tengo hambre – piensa el gato.

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