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Me miro mirarte en un reflejo del río

río de soles
“las altas fieras de la piel luciente”
rueda el río seminal de los mundos
el ojo que lo mira es otro río
Octavio Paz

Un tapete agrietado
da gustoso, la bienvenida,
sobre ventanas caídas:
puertas nunca abiertas
que soplan instantes atorados
que liberamos jadeando
en la noche llameante.
 
Partículas planetarias en la mesa
   que observa acalorada,
amantes cogiendo:
fiera en el rincón como lámpara:
          //estática//
             //luminosa//
    //caliente//
mujer solar, pelo de soles;
rubia en un tallo de cobre,
      (casi ficticia)
como girasol desnudo
desgranándose por la boca
entro,—como cuchillo desfilado
en mantequilla—,
a tocar tu sombra
    pálida / bendita
compasiva, que me deja explorar
el interior de tu cuerpo,
como un niño curioso.
 
La brasa es espesa,
saborea un paso, derramando
leche de mujer
          (néctar sagrado)
sobre periódicos mojados
con esperma que se vuelven perlas:
     granizo:
           libertad y tiempo
en la lluvia de noviembre,
que es esta palabra o este conjuro,
como sentencia del escape
                 en un delirio,
     que es otro poema
que no se escribe.
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