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Dulce Ciruela

Mujer damascena de labios rojos
allí donde los ciruelos
encintan las Claudia de color verde pálido,
allí también los nombres de las miles de mujeres
desaparecidas en el mar de arena
donde la duna empina sus senos
reclaman una atalaya para sus sacrificios.

Mujer de ciruela de piel dorada
tus carnes rosáceas mi bella amada
han sido trocadas como una duela,
alguien te abandono como descarne de suela.
 
La vieja ruta del amor
desde Paso Norte a ciudad Refugio
están encharcadas con tu sangre y dolor.
Los viejos ciruelos te lloran
en los meses de invierno
cuando desnudos de hojas y flores
enjutan su sabia para resabiar
el frío inclemente que muerde sus raíces.
 
Mujer damascena de labios rojos
allí donde los ciruelos
encintan las Claudia de color verde pálido,
allí también los nombres de las miles de mujeres
desaparecidas en el mar de arena
donde la duna empina sus senos
reclaman una atalaya para sus sacrificios.
 
Ciudad Juárez, la del gran mirador
no quiere saber del olor putrefacto
que viene de allende la frontera de maquila.
Sus hombres arriscan sus narices
y echan la mirada a otro lado.
 
Algunos saben de las muertes de sus hermanas
pero las prefieren difuntas  a valorarlas
solo los enristres de los ciruelos
saben de los interminables vuelos
de sus cabecitas locas
que un día salieron por lana
y volvieron trasquiladas.
 
Muertes ignominiosas, misóginas
pueblan el campo de ciruelos;
hoy son ya miles los duelos
que llenan lapidariamente las páginas
de un inveterado diario
que recoge las crónicas de muerte
de las mujeres que no corrieron con suerte.

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