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SACRIFICIO DE GUERRA

El horror de sus manos será puesto en la balanza
donde un gramo de sangre inocente equivaldrá
a doscientas monedas de oro del más refinado
y serán obligados a pagar todo el horror causado.

El horror de la guerra fundido con el llanto desgarrador de los heridos
no conoce de fronteras, vecindades, demarcaciones.
Solo sabe de las heridas de muertes que causa a inocentes
Solo sabe del gemido aullante que escapa tímido de los estertores de los que mueren.
 
Miríadas de niños caídos al fragor de las luchas fratricidas de los pueblos
y que no haya un dios, ni siquiera uno, que levante su mano misericordiosa
para parar el corazón de los que envilecen la paz, la armonía, la justicia
y desollar sus almas como las de los corderos y lavar el odio de sus entrañas.
 
Oh entrañable Jesús, si amor y misericordia es prolongar la agonía
de una humanidad que quisiste redimir del cadalso de su sentencia
solo has logrado que el goce de la maldad golpee la sien
de los caídos y ate las manos de los buenos que siguen siendo sacrificados.
 
Tú el poderoso, el señor de los señores, el Rey de todos los reinos
atemporales no te compadeces de la sangre de los inocentes
que son pasados por la espada a ojos tuyos y dejados como despojos
en el árido desierto donde siembran muerte los que dicen amarte.
 
Desde que la lluvia funde al barro y hace germinar la semilla
la copula de los falsos adoradores de Jehová, tienen prole para la guerra,
hijas para plañir y bestias para sacrificarlas en sus altares
más decretan que los hijos de Amón deben morir en el circo.
 
Un día el guerrero despertará y vendrá en los caballos del viento
con miríadas de soldados vestidos de luz más blanca y reluciente
que la misma luz del sol que se eclipsará a su paso sempiterno
hiriendo a los que hirieron con espada a sus hijos, los niños del sacrificio.
 
No habrá lugar en la tierra para su escondite
Serán señalados con el horror de la muerte sacrílega de los inocentes
Sin misericordia también se les arrancará la lengua
para que sus corazones queden extenuantes sin gota de sangre.
 
El horror de sus manos será puesto en la balanza
donde un gramo de sangre inocente equivaldrá
a doscientas monedas de oro del más refinado
y serán obligados a pagar todo el horror causado.
 
Los abyectos de las naciones que gobiernan timoratamente
Y abrazan, palmotean y vitorean los cantos de guerra judíos
Más les hubiera sido plausible morir en el vientre de sus madres
Antes que conocer la ira del Dios de la guerra que han envilecido.

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