luis barreda

Alejandra en La Penumbra

Alejandra en La Penumbra
 
Era la noche un manto sin bordes,
un suspiro de sombra en mi piel,
hasta que llegó su risa de aurora
y el silencio se hizo de miel.
 
Alejandra trajo consigo lunas,
esculpió el alba en mi reloj,
convirtió las dudas en espumas
y al vacío le arrancó su voz.
 
Es su tacto brisa en la arena,
el rumor del trigo al crecer,
una carta sin sobre que entrega
secretos que el tiempo perdió.
 
No usa mapas para encontrarme,
ni llaves donde ya hay calor;
su beso es un paso adelante,
un camino que borra el dolor.
 
Dicen que la dicha es un viaje
con preguntas que nunca verán fin,
pero ella, con sus manos de aire,
convirtió mis porqués en jardín.
 
Hay prisas en su forma de amarme:
fuego primero, después la canción,
como el río que ansía encontrarse
con el mar antes de la estación.
 
No sé si su risa es sincera
o un disfraz que oculta temblor,
pero cuando baila cual quimera,
hasta el miedo se vuelve tambor.
 
Ignoro si guarda en sus venas
horizontes que nunca nombré,
pero sé que en sus pupilas llenas
el invierno se vuelve café.
 
No hay app que dibuje su esencia,
ni postal que capture su andar;
es tormenta y es paciencia,
es huracán que sabe esperar.
 
Alejandra, sin manual ni profecía,
tejió alfombras con mi ayer,
y hoy, aunque la memoria porfía,
sus raíces me impiden caer.
 
Tal vez el amor no es certeza,
ni un puerto sin más que hacer,
sino entregar sin pedir premisa
las cicatrices al amanecer.
 
Y aunque el pasado a veces me llama
con canciones de un viejo rencor,
Alejandra, con su aroma de rama,
me enseña a vivir sin temor.
 
Porque olvido no es derrota,
sino un canto que rompe a nacer:
donde hubo sombras, ahora brotan
las flores que no pude ver.
 
—Luis Barreda/LAB

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