Ella
Su risa es como el sol de primavera,
su voz, un dulce canto que me espera.
En sus ojos guarda historias sin contar,
y en su abrazo encuentro paz verdadera.
No lleva armadura ni espada brillante,
pero su fuerza vence lo importante.
Sabe dar consejos con su corazón,
y en las noches oscuras, es mi faro constante.
Si lloro, me seca con su pañuelo,
si tropiezo, me ayuda sin un reproche.
No busca tesoros ni joyas de oro,
su riqueza está en amar sin reproches.
Camina con paso firme y seguro,
no teme a la lluvia ni al viento duro.
En su pecho guarda canciones de amor,
y en sus manos, el mundo se hace puro.
No es de piedra, ni fría, ni altiva,
su alma es jardín donde el bien cultiva.
Si el día se nubla, ella trae calma,
transforma tristezas en rimas que animan.
Nos gusta mirar las mismas estrellas,
contar los segundos cuando no hay huellas.
Ella inventa sueños con solo hablar,
y en sus palabras, hallo alas nuevas.
No pide palacios ni tronos vacíos,
prefiere los besos, los ratos sencillos.
Ama el café tibio, los libros sin prisas,
y en sus silencios, brotan cariños.
Si la vida duele, no se desvanece,
como el roble fuerte, nunca envejece.
Convierte el dolor en fuerza que crece,
y en cada batalla, amor nos ofrece.
Ella es mi refugio, mi puerto, mi amiga,
la razón que alumbra mi ruta perdida.
No es perfecta, lo sé... pero en su esencia,
late el milagro de amar sin heridas.
—Luis Barreda/LAB