El Ayer
El ayer se marchó con paso lento,
dejando huellas grises en la arena,
caricias que se esfuman en la escena
donde el tiempo guardó tu sentimiento.
La sombra del recuerdo, lento viento,
tejió nostalgias en la noche plena,
mientras la luna, cómplice y serena,
miraba el alma rota en su lamento.
Hoy busco entre las hojas del otoño
las risas que el invierno se llevó,
aquellas que brillaban en el monte.
Pero el bosque responde con su encono:
“Nadie vuelve al sendero que dejó,
sigue andando... la luz está en el horizonte”.
—
La mañana nació con voz de lluvia,
mojando el corazón de los tranvías,
mientras el viento, en lenguas de poesía,
cantaba al mundo historias que se suvian.
Alguien llevó un sombrero gris de angustia,
otro miró el reloj con desconsuelo...
La vida es un susurro en este vuelo
donde el hoy se convierte en polvo y mustia.
La noche, al llegar, prendió su lumbre,
iluminando el miedo y la esperanza,
mientras el río, testigo silencioso,
guardaba entre sus olas la fragancia
de un amor que se fue... tan fugaz, hermoso,
como estrella que muere en la distancia.
—
¿Dónde están los caminos que cruzamos?
¿Las flores que plantamos en la tierra?
El viento se las lleva, las entierra,
y solo queda el eco que invocamos.
No busques en el bosque lo perdido:
las ramas cambian, el sendero gira.
La infancia es un fantasma que delira
entre hojas secas y un suspiro olvido.
Mira arriba, hacia el cielo estrellado,
allí brilla el hogar que no se apaga:
un refugio de luz en el vacío.
Aunque el ayer te jure que te ama,
sigue tejiendo tu propio viaje,
pues el alma se nutre de desafío.
—
El amor fue un jardín de mariposas,
un juego breve, fácil y liviano.
Hoy es cicatriz, refugio lejano,
donde el pecho guarda sombras ansiosas.
¿Por qué se fue? No importa la respuesta.
La vida es un misterio que no alcanza
a ser descifrado por el abultamiento
del tiempo, que devora cuanto resta.
Pero en el claro del bosque oscuro,
donde el sol dibuja su ternura,
espera un nuevo canto, puro y fresco.
Aferra el hoy, aunque sea duro:
el ayer solo es lluvia en la llanura,
y el futuro... un abrazo que está cerca.
—
Créeme, aunque la noche sea larga
y el frío calle voces en la esquina,
la vida, terca, sigue su doctrina:
renace en cada aurora que se embarga.
No temas a la sombra que te sigue,
ni al vacío que clama en tu ventana.
El mundo es un pañuelo de mañana
donde el alma, al fin, se redime.
Y si el peso del ayer te agobia,
recuerda: las estrellas, mudas, altas,
tejen rutas de plata en la memoria.
El tiempo no se ata a ninguna roca...
Sigue andando, que en tu propia historia
el hoy es semilla, y el ayer... solo escoria.
—Luis Barreda/LAB