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luis barreda

No Me Enamores

No Me Enamores
 
No me enamores, te lo suplico,
porque si lo haces,
caerás en un abismo sin retorno.
Yo no sé amar a medias tintas,
no entiendo de cálculos ni de pactos.
Mi amor es un huracán sin nombre,
una tormenta que arrasa con los diques,
un sol que quema sin pedir permiso.
 
Amo a lo pendejo, como niña perdida
en un laberinto de espejos rotos.
Si digo “te amo”, es un juramento
escrito en lava, no en papel.
No hay asteriscos ni cláusulas,
solo un verbo que conjugo a gritos:
*te amo* a las 3 a.m., en el silencio,
*te amo* al mediodía, entre las multitudes,
*te amo* en futuro imperfecto,
en pasado que nunca caduca.
 
Soy bruta, torpe, analfabeta:
confundo el amor con terremotos,
con raíces que rompen el cemento.
Te llenaré las manos de poemas,
los bolsillos de versos urgentes,
las noches de llamadas sin sentido.
Querré tu voz como oxígeno,
tu piel como mapa de un tesoro.
Y aunque digas “basta”,
yo seguiré plantando flores
en el desierto de tu indiferencia.
 
Amo con la testarudez de las olas
que golpean acantilados por siglos.
Con rabia de lluvia en sequía,
con la terquedad de un reloj detenido
que insiste en marcar una hora muerta.
Te amaré hasta que duela,
hasta que mis labios sean cicatrices
y mis besos, declaraciones de guerra.
 
Soy la que despierta con tu nombre
grabado en las pestañas,
la que convierte el café de la mañana
en un ritual de nostalgia.
La que inventa canciones con tu risa,
la que colecciona tus suspiros
como monedas de un reino perdido.
No habrá día sin “buenas noches”,
sin un “¿estás ahí?” en la oscuridad.
Te volveré adicto a mis locuras,
a mis tormentas de azúcar y sal.
 
Cuidado: mis besos son profecías,
mis caricias, huracanes en miniatura.
Si me tocas, desatas un incendio
que ni los océanos apagarán.
Mis lágrimas son ácido y miel,
mis promesas, cadenas de diamante.
Amaré hasta que tus miedos
se conviertan en ceniza,
hasta que tu sombra
aprenda a pronunciar mi nombre.
 
Así que huye, por favor,
antes de que mis dedos te escriban
en el diccionario de mis obsesiones.
No soy la cálida brisa de abril,
soy el verano que quema las cosechas,
la marea que no entiende de fronteras.
Amo como se incendia un bosque:
sin preguntar, sin arrepentirse,
dejando solo cicatrices y ceniza.
 
No me enamores.
Porque si lo haces,
no habrá dios ni poema
que nos salve de este vuelo sin red.
Yo solo sé amar así:
a lo pendejo, a lo desesperado,
como si el mundo se acabara mañana
y hoy fuera el último verbo
que nos queda por conjugar.
 
—Luis Barreda/SD

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