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A una diosa ternaria

Diosa de manos frías, pies inquietos y besos chiquitos
qué bonitos los amaneceres de tu boca,
cuando me tocan tiemblo y me derrito
y pronto palpita un danzón que te invoca.
 
Nacieron flores donde profesé tus ritos
tomando chocolate o admirando a la luna,
doy fe de tus milagros por escrito
cuando llueves mi sequía y se colma mi laguna.
 
Diosa de manos inquietas, pies chiquitos y besos fríos
acurrúcame en el calor de tu pecho,
y déjame beber donde nacen tus ríos
ahí donde recojo los rojos claveles que cosecho.
 
Si bailamos, abrazo el blues de tus caderas
y nos besamos al son que riza el semblante,
la ciudad de los desvelos nos abraza entera
deseando que fuera eterno ese instante.
 
Diosa de manos chiquitas, pies fríos y besos inquietos
que nunca le falte fuego a las velas de tu altar,
ojalá aceptes mi ofrenda en forma de sonetos
para dejarme por tus ojos abrasar.
 
Espero no morir antes de tu próxima visita,
pero si sucede es bueno que se entere
que este mortal ya tiene lo que necesita
para seguir amándola por mucho que lo entierren.

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