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Afuera mas no adentro

Observaciones sobre la breve resistencia y la compleja obediencia

Leí a Kant. Llegó él a mí, no yo a él (aunque lo hallase encontrado en la repisa de la biblioteca). No lo estaba buscando, ni encontré lo que busqué, pero me acerqué y adentre mis óculos a los rótulos donde reposaban los gustos estéticos de los filósofos más personalistas de todos, el propio Kant, como no; seguido de Hume y otros.

Se enaltecen sus tan subliminales bellos. Fuera de lo noble, o lo benévolo, se invierten los sesgos y se pierde el rastro de haber escrito ello, ello, ello. Siempre ello que fue, que al escribirse dejó de ser (para ahora [de o en] las letras ser).

El sentimiento ético del de afuera, junto a la conciencia moral de los contextos, parten lo categórico y cualquier tipo de reducción al fetiche vínculo con lo supremo... no al supra ente, no, sino ser sobre el ente.

Diría yo, únicamente: “Que ante el ente, no; el ente ante mi, sí.”

Irónico es que sea bello obedecer y sublime resistir, cuando realmente es la resistencia breve siempre y cuando la obediencia sea aún más compleja.

¿Qué sería de mí, y de la poesía, sin El
Sentimiento de adormecerse para despertarse
del sueño que duele estar despierto?

Y de querer despertar a las malas a quienes dentro de mí están,
cuando el mal está afuera... afuera y no adentro.

(Kant, salvaje-je. Sábato, ávido.)
Madre y hermano, lo lamento. No es el trato.
Padre, abrázame

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