Caricamento in corso...

Amparo

¿Qué era aquello que se podía saborear, no tanto con la retina, sino más bien con el aparato deductor, con el instinto de la espalda, como un cosquilleo vertebral más que un recrudecer corpóreo? En aquellas silvestres ausencias ineludibles pero de alarde artificial, el parásito del arco reflejo, la cronicidad de la memoria ¿qué será esto incrustado en la idea de dibujarnos otra vez a la cadencia del mismo dedo trémulo, en condena a enmarañe, dispuestos a convertirnos, en nuestro sutil modo, en el vil rey rata? En un aliento, en una figura, por una boca cuatro corridas de dientes, dos cabezas de medusas pintadas con los sabores de la guerra, dos cavernas marinas unidas por eventualidades tectónicas, por el cariz demacrado del aire, por lo ojos vendados de Apollo, por mutilar el tacto inane del observar, o por desgarrar la quemadura de la pérdida, y sin saberlo, o sabiéndolo muy bien, se esgrimen dentaduras, en efecto, rampantes caninos que ansían acariciar, traicionar y destruir con desdén, consumir en las tinieblas y la noche la sangre seca que nos separa, hasta que se difumine las trazas humana y no seamos más que territorio, hasta que se lubriquen los atavíos con las lágrimas de la piel, hasta que nos quebremos tan completamente que pulverizados seamos la fragancia del otro, hasta que nazca el día o muera la noche y los haces de luz enfermen la efervescencia de nuestros apogeos, hasta enhebrar mente y aliento y percolemos en las vastedad es, en al abismo de nuestro ensimismamiento, hasta que nos embriagarnos otra vez con la inmediatez, con el café, con que llego tarde, y nos abandone, nos eluda todo detalle de nuestra piel, toda pericia y calidez de nuestros signos.

Pero no, nada, nos quedamos así, perpetuando cavidades, tronamos los esqueletos como para ahuyentar el hedor del recuerdo y luego para soportar el recuerdo hediente, y escupiéndonos palabras sinceramente insinceras, burlamos a los transeúntes que nos prestaron oído, mensos, pensarán que algo realmente nos decíamos.

Nos despedimos en fuga, acaso sin vernos, o mejor, contemplando la muerte silenciosa del sabor del labio ajeno en el propio.

Cabizbajo se alejó, lidiando con esta y otras espinillas cardiacas, de Breta, que en otro tiempo, otro lugar, fue Amparo,

                                                                                         su prostituta favorita.

Piaciuto o affrontato da...
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