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Dos sonetos y un romance

I
 
Dicen que allá donde nació otro de los mesías
no se ha conseguido poner a nadie de acuerdo,
que hay una lucha más antigua que el mismo tiempo
y que rasga la tierra con sangrientas encías.
 
Y al Yom Kippur y al Sucot en guerras las han vuelto
e Israel y Palestina en villanos se han tornado.
Grave tragedia y desangre del género humano.
Siembra, tierra santa, extensa cosecha de muertos.
 
¿Qué acaso no escuchan a sus hijos sufrientes?
Víctimas victimarios... ¡Víctimas victimarios!
¡Que no descanse en paz linaje de zarza ardiente!
 
¡Que no descanse en paz el linaje de la Meca!
Monstruos destructores de espíritus refractarios.
Guerra de tontos que a la tierra, ya estéril, seca.
 
II
 
De atronadores aplausos
hay un muy grande comité,
de indiferentes miradas,
del mundo la crème de la crème.
Expiadores ellos de unos,
jueces y verdugos de otros,
¡Hipócritas! Y ninguno
quiere la paz de los moros.
Con terrible desazón
la cuadricolor advierten.
Y con un encendido ánimo
la albiceleste divierten.
¡Despreciables inhumanos
cóncavos y desalmados!
 
III
 
Se desliza suave y lento sobre el mar,
con destino próximo al más allá.
Es un gran heraldo gris de la muerte.
Desde el norte va a matar inocentes.
 
Inimaginables esos esfuerzos
movilizando enormes instrumentos.
Cargadas van las aves inflamables
y peces destructores imparables.
 
¡Con qué gusto va el terror desatado!
Vomita lágrimas y escupe hüesos.
Amo y Señor de pueblos rezagados.
 
Cráteres de pólvora, besos negros,
montañas de gentes despedazadas
víctimas de los fuelles del tormento.

Preferido o celebrado por...
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