No te confundas, querido
No es hambre de sábanas compartidas,
ni un vacío que busca prisa en otro cuerpo.
Soy tempestad que se abraza a sí misma,
raíz que no teme a la soledad del invierno.
Mis días no son páginas en blanco
esperando un nombre ajeno:
los lleno con soles de amistades,
huellas de metas,
y noches que conversan con las estrellas.
No soy piedra ni hielo,
sangro deseo en versos secretos,
pero no cambio mi aurora
por un ocaso que no brille.
¿Por qué corren todos como arena entre dedos?
El amor no es un vuelo perdido,
ni un reloj que grita en la muñeca.
Es semilla que nace cuando la tierra sabe
aguardar con las palmas abiertas.
Yo riego mi jardín primero,
tejo mi alma con hilos de paciencia.
No elijo migajas por miedo a la noche,
aprendí que el hambre no se sacia con espejismos.
No te confundas, querido:
no rechazo el amor, rechazo los disfraces.
Cuando llegues (si es que llegas)
que sea porque reconociste el fuego,
no las cenizas.
Soy mar entero, no gota perdida.
Y esta vez,
no me conformo con ser elegida:
elijo.
—Luis Barreda/LAB