Raíces de Aurora
Raíces de Aurora
Cuando era niña pequeña,
corría tras el viento,
mis risas eran semillas
en el campo del tiempo.
Era un árbol con sueños,
hojas verdes de esperanza,
y en los charcos del barrio
bailaba mi infancia.
Mas llegó un día inesperado,
sin aviso ni razón,
mi cuerpo cambió su ritmo,
y nubló mi corazón.
De pronto, el mundo me juzgaba
con ojos que no entendí,
voces que susurraban cosas
que nunca pedí vivir.
Miradas que no pedí
cruzaron mi camino,
palabras que lastimaron
como frío en el destino.
Aprendí a caminar recto,
a esconder mi temblor,
mientras el miedo callaba
su disfraz de resplandor.
Pero un día me cansé
de cargar tanto silencio,
de ver a otras como yo
perder su luz por el miedo.
Levanta tu voz, hermana,
no permitas el dolor,
tu fuerza es una montaña,
tu valor es una flor.
No te encierres en la sombra
ni permitas que te hieran,
eres fuego que no apagan,
mar que nadie desvía.
Juntas somos un bosque
que ningún huracán doblega,
en cada brazo hay refugio,
en cada paso, fuerza.
Ya no hay llanto en mis pupilas,
ni heridas que no sanaron;
las cicatrices son mapas
de batallas que ganamos.
Hoy me visto de coraje,
tejo redes de verdad,
para que ninguna niña
pierda su libertad.
Que el mundo escuche nuestro canto,
fuerte, claro, sin temor:
¡Nunca más cadenas oscuras,
nunca más gritos sin voz!
Somos tierra que renace,
viento nuevo en el trigal,
mujeres que escriben sueños
con tinta de libertad.
Y si la noche se acerca
con sus garras de ilusión,
recordamos que la aurora
nace de nuestra canción.
—Luis Barreda/LAB
