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luis barreda

El Jardín de La Esencia

El jardín de la esencia
 
Hay rosas que nacen con pétalos de cristal,
brillan al sol, pero el viento las puede quebrar.
Son bonitas, sí, joyas de un instante fugaz,
mas su fulgor es breve... pronto empiezan a marchitar.
 
La belleza no se ata a colores ni a piel,
es la risa que cura, la mano que sostiene.
Es el verso sincero que nace sin querer,
la ternura que abriga cuando el mundo duele.
 
Lo bonito es el lago en calma, terso y azul,
donde el cielo se mira cual espejo sin luz.
Pero la belleza es el río que canta en la oscuridad,
que talla montañas con su persistente fluir.
 
Una cara perfecta es escultura de sal:
si la besa la lluvia, se deshace en el mar.
En cambio, hay miradas que guardan historias de amor,
cicatrices que narran cómo se sanó el dolor.
 
Lo bonito es la aurora, ese rosa fugitivo,
que se esconde en la sombra cuando el día está vivo.
La belleza es la noche con su manto de estrellas,
que sin hacer ruido, nos recuerda que somos inmensos.
 
Puedes ser como el oro que reluce en el altar,
pero si no hay raíces, el metal se ha de oxidar.
La belleza es semilla que se planta en el hogar:
crece con las palabras, con el dar sin esperar.
 
No confundas el brillo de un collar de diamantes
con la luz de un abrazo que calma a un navegante.
Uno es piedra que esclava; el otro, fuego que eleva.
Uno cansa; el otro, salva. Uno encierra; el otro, sueña.
 
Lo bonito es la cáscara de un fruto pasajero,
la belleza es el zumo que alimenta al caminante.
Lo bonito es la forma; la belleza, el misterio.
Una es tinta en el agua; la otra, el océano entero.
 
Así, cuando el tiempo teje arrugas en tu frente,
y el espejo te hable de juventud perdida,
recuerda: lo que brilla sin ser visto permanentemente
es la huella que deja una vida bien vivida.
 
Porque lo bonito muere... pero lo bello trasciende:
en las risas que siembras, en el amor que enciendes.
Y aunque el cuerpo se apague, como un viejo candil,
la belleza se queda... porque es algo que ardió en ti.
 
—Luis Barreda/LAB

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