Todos llorando por lo malo del mundo, como si no hubieran visto ni un gramo, de maldad. Y yo, sonrisa en mi cara,
No hay momento más letal que cuando la tóxica quemazón de la decepción se te hace familiar.
El cuerpo que te ha tocado es el resultado de una lotería que no has jugado.
Larga es la historia, corta la conclusión: cada vez menos pelos en la lengua, más en el corazón.
Hazlo o no lo hagas: no hay propósito alguno que te haga triunfar.
Quien no tiene memoria necesita cicatrices. Quien no tiene historia necesita tatuajes.
En efecto, yo –como cualquier elemento– lluevo lo que llevo por dentro. De hecho,
Nunca fue fácil enfrentarse a lo frágil: pero aquí estamos.
Vamos con prisa para llegar más rápido a ninguna parte.
La nueva normalidad solo dejará de ser nueva cuando vuelva a ser normal.
Los que más nos esforzamos en esto del vivir, te lo digo como si pudiera verlo, hemos visto a alguien dejar de hacerlo.
El burdo burdel de El Llano ya no ofrece masajes a cuatro manos.
Tu sonrisa es un soplo de aire fresco. Un pliegue de origami que desorienta.
Del maestro más mordaz, siempre somos aprendiz: las lecciones vitales siempre dejan cicatriz.
No se echa en falta nada que sobra: como una mariposa que vuela a la pata coja.