Adiós en el invierno
Bajo el cielo gris que llora,
mi tronco aguanta el dolor,
las hojas que el viento arrastra
gritan tu nombre en su vuelo.
Llegaste en primavera cálida,
con plumas de nieve y miel,
construiste un nido suave
donde el amor fue tu edén.
Juntos vimos las estrellas,
cantamos al mismo sol,
tus alas me dieron vida,
yo te di sombra y calor.
Pero el frío vino pronto,
trajo escarcha en su rencor,
tus trinos se hicieron lejos...
¿por qué te alejas, amor?
El viento susurra historias
de bosques que ya no están,
y aunque quiero retenerte,
sé que el tiempo es un huracán.
Adiós, viajera sin fronteras,
que el sur te abrace con luz,
mientras aquí, en mi silencio,
guardo el eco de tu cruz.
No habrá raíces que impidan
tu vuelo hacia el azul claro,
ni ramas que detengan
tu camino solitario.
El nido queda vacío,
solo un recuerdo fugaz,
el invierno rompe espinas
donde hubo un dulce paz.
Si un día regresa abril
con sus besos de verdor,
buscaré entre las cortezas
las huellas de tu calor.
Mas hoy, mientras te desvaneces,
y el frío quema mi piel,
sé que en tu canto lejano
vive el adiós que no ves.
El árbol queda en su loma,
testigo de lo que fue,
el ave es sueño que escapa...
Así es la vida, tal vez.
—Luis Barreda/LAB