Así Luce El Amor
Así luce el amor
El amor tiene manos
que sostienen al que cae,
manos que siembran esperanza
y juntas panes reparten sin dudar.
Tiene pies que caminan
hacia el frío y el dolor,
pies que no se cansan de buscar
al que vive en la sombra del temor.
Sus ojos no se cierran
ante el llanto ni el rencor;
ven las heridas más escondidas
y en el abismo encuentran una flor.
Sus oídos son refugio
para el grito y el clamor,
escuchan en silencio cada historia
y con paciencia tejen un nuevo sol.
El amor tiene un corazón
que late al ritmo del dolor ajeno,
sangra con cada despedida
y en la noche abraza al más pequeño.
Su voz es brisa suave
que calma el miedo y el rencor,
sus palabras son cobijo y abrigo,
un faro que ilumina con calor.
Tiene brazos que se abren
como un puente hacia la unión,
no preguntan por raza o bandera,
solo acogen con firme compasión.
Su sonrisa es un mapa
que señala la dirección:
un camino donde nadie sobra
y todos encuentran su porción.
El amor no tiene prisa,
no acumula ni ambiciona,
se hace pequeño en la entrega
y en lo humilde se corona.
No es un cuento de hadas,
ni un fuego que pronto se apaga;
es semilla que crece en el barro
y florece aunque el mundo se haga añicos.
Así luce el amor:
no en grandezas ni en versos,
sino en gestos que sanan el tiempo,
en presencia que abraza los inviernos.
Es la luz que no se apaga
cuando el camino se hace oscuro,
es el “aquí estoy” que no se calla,
el milagro cotidiano... puro y duro.
—Luis Barreda/LAB
