En efecto, yo –como cualquier elemento– lluevo lo que llevo por dentro. De hecho,
Desde que desperté, me dediqué a desear dibujarla despierta y desnuda: danzando decidida
Del maestro más mordaz, siempre somos aprendiz: las lecciones vitales siempre dejan cicatriz.
Don nadie que se ha quedado con casi nadie desde que tiene memoria sabe que no hacen falta
Las tiendas cierran, las cabezas pesan: hace frío para nada.
El mundo es infinitamente complejo… hay infinitos matices entre el bien y el mal, así como infinitos tonos entre el blanco y el negro.
Se oye un sepelio por los muertos por dentro: vida sin ganas.
No hay momento más letal que cuando la tóxica quemazón de la decepción se te hace familiar.
Irrelevante: cuando nadas en el mar, la lluvia da igual.
Llevan las medias negro melancolía: como el corazón.
Hazlo aunque llueva, porque llueva o no llueva, no se hace solo.
Los ojos de Ella eran de esos que parecían poseer un pedacito de infinito
Tus demonios internos se van a eternizar hasta que veas, que para vencerlos, los hay que abrazar.
Las aceras siguen siendo ilegibles libros de pies cuyas páginas se revuelven al son del insomnio
Esta disputa —que el lector disfruta— de la zorra con las uvas me enseña