Quien no tiene memoria necesita cicatrices. Quien no tiene historia necesita tatuajes.
Sin publicidad, sé una buena persona: he aquí el secreto.
El bus veinte va como si no quisiera llegar al final.
Déjame que te cuente el lado oscuro del mercado: venderse a uno mismo está muy bien pagado.
Después de muchas vueltas y algún que otro tropezón, te das cuenta: no es la cabeza quien recuerda, sino el corazón.
Querido, “hubos” hubo muchos pero no fueron tuyos. Pero “ahoras” sólo hay uno y te pertenece.
Todo el mundo quiere ser inmortal, pero nadie se ha molestado en leer la letra pequeña: para ser inmortal
Nunca fue fácil enfrentarse a lo frágil: pero aquí estamos.
La atracción de la luna siempre me pareció aterradoramente atractiva: como una buena mujer.
La débil dedicatoria que le dedico… para hacerlos míos se está desdibujando entre ojeras desgastadas y lírica… y se está volviendo ilegible
Pájaro nunca voló: le dijeron que no podría y se lo creyó.
¿Sin ganas de vivir? Vive sin ganas. Las ganas de vivir se ganan viviendo.
Esta disputa —que el lector disfruta— de la zorra con las uvas me enseña
Las aceras siguen siendo ilegibles libros de pies cuyas páginas se revuelven al son del insomnio
Larga es la historia, corta la conclusión: cada vez menos pelos en la lengua, más en el corazón.