Esta disputa —que el lector disfruta— de la zorra con las uvas me enseña
Desde pequeñito crecí igualito que un camaleón: un ojo en el presente –que es buen… otro en el pasado –que fue mejor–.
Todos llorando por lo malo del mundo, como si no hubieran visto ni un gramo, de maldad. Y yo, sonrisa en mi cara,
Tu resultado, no el precio que has pagado, es lo que envidian.
No se echa en falta nada que sobra: como una mariposa que vuela a la pata coja.
Las tiendas cierran, las cabezas pesan: hace frío para nada.
Mientras el otoño llega y las hojas se tornan amarillo, yo me torno carajillo y me bebo,
A veces, el fuego se enamora de todo lo que toca. En esas veces y solo en esas el destino, lejos de ser desatino, es justicia poética.
Hazlo aunque llueva, porque llueva o no llueva, no se hace solo.
La atracción de la luna siempre me pareció aterradoramente atractiva: como una buena mujer.
Quien no tiene memoria necesita cicatrices. Quien no tiene historia necesita tatuajes.
Humano guarda secreto de sumario: llora por dentro.
A lo mejor es bueno crearse una rutina de romper la rutina diaria y marearse en la noria. A lo mejor tenemos que ser fuertes
La vida, qué ironía tan bella, termina siendo lo que pensamos de ella.
Mientras tanto la gente intenta descubrir una forma de cubrir su carne desnuda que no se diluya