Las canas son sabiduría que se desborda.
El burdo burdel de El Llano ya no ofrece masajes a cuatro manos.
Mientras tanto, el eco de aquel beso inesperado resonaba en mi cabeza.
Del maestro más mordaz, siempre somos aprendiz: las lecciones vitales siempre dejan cicatriz.
No te dejes engañar: las sonrisas de verdad pueden atravesar hasta las mascarillas más opacas.
No hay momento más letal que cuando la tóxica quemazón de la decepción se te hace familiar.
Tu resultado, no el precio que has pagado, es lo que envidian.
Irrelevante: cuando nadas en el mar, la lluvia da igual.
Voy a lanzarme a ver si existo: sin perdón, sin excusas, sin permiso.
En efecto, yo –como cualquier elemento– lluevo lo que llevo por dentro. De hecho,
Tu sonrisa es un soplo de aire fresco. Un pliegue de origami que desorienta.
Llevan las medias negro melancolía: como el corazón.
Cantar bajo la lluvia está sobrevalorado. Yo prefiero ser lluvia bailando en tu ventana: cantando en claqué
¿Sin ganas de vivir? Vive sin ganas. Las ganas de vivir se ganan viviendo.
Tu forma de diábolo, de reloj de arena tu perfil, contra mi alma de león y mis dientes de marfil.