Las tiendas cierran, las cabezas pesan: hace frío para nada.
La vida se bebe a sorbos breves: como un buen vino.
¿Qué se supone que debe uno pensar si cuesta más leer y aprender de los fallos de los demás que beber y cometer los propios?
Tu sonrisa es un soplo de aire fresco. Un pliegue de origami que desorienta.
Cualquier domingo anónimo cojo y me atrevo a salir de casa con el nombre puesto…
Mientras tanto, el eco de aquel beso inesperado resonaba en mi cabeza.
Más vale poco si es honesto y genuino que mucho y falso.
Así como no todo aquello que mide la hora es un reloj, no todo aquel
Del maestro más mordaz, siempre somos aprendiz: las lecciones vitales siempre dejan cicatriz.
A veces, el fuego se enamora de todo lo que toca. En esas veces y solo en esas el destino, lejos de ser desatino, es justicia poética.
No soy ningún –ista ni practico ningún –ismo: sólo soy un artista que piensa por sí mismo.
Quien no tiene memoria necesita cicatrices. Quien no tiene historia necesita tatuajes.
Las aceras siguen siendo ilegibles libros de pies cuyas páginas se revuelven al son del insomnio
Hazlo aunque llueva, porque llueva o no llueva, no se hace solo.
Voy a lanzarme a ver si existo: sin perdón, sin excusas, sin permiso.