#muerte #poesía #vida #vivir
Las tiendas cierran, las cabezas pesan: hace frío para nada.
Quien no tiene memoria necesita cicatrices. Quien no tiene historia necesita tatuajes.
Las canas son sabiduría que se desborda.
Mientras tanto, el eco de aquel beso inesperado resonaba en mi cabeza.
A veces, el fuego se enamora de todo lo que toca. En esas veces y solo en esas el destino, lejos de ser desatino, es justicia poética.
Llamad a Iberdrola, es urgente, la mayor cantidad de vatios y neón la dedican a marcas registradas y carbón para niños malos
Querido, “hubos” hubo muchos pero no fueron tuyos. Pero “ahoras” sólo hay uno y te pertenece.
Se oye un sepelio por los muertos por dentro: vida sin ganas.
No soy ningún –ista ni practico ningún –ismo: sólo soy un artista que piensa por sí mismo.
Fuimos los perfectos políglotas: yo te hablaba en cristiano, tú me callabas en francés.
Las aceras siguen siendo ilegibles libros de pies cuyas páginas se revuelven al son del insomnio
La nueva normalidad solo dejará de ser nueva cuando vuelva a ser normal.
Háblame de la fotogenia de la primavera de mis manos meciendo tus muslos y tus piernas
Esta disputa —que el lector disfruta— de la zorra con las uvas me enseña
La vida se bebe a sorbos breves: como un buen vino.