La débil dedicatoria que le dedico… para hacerlos míos se está desdibujando entre ojeras desgastadas y lírica… y se está volviendo ilegible
La vida, qué ironía tan bella, termina siendo lo que pensamos de ella.
Fuimos los perfectos políglotas: yo te hablaba en cristiano, tú me callabas en francés.
Don nadie que se ha quedado con casi nadie desde que tiene memoria sabe que no hacen falta
Querido, “hubos” hubo muchos pero no fueron tuyos. Pero “ahoras” sólo hay uno y te pertenece.
Tu sonrisa es un soplo de aire fresco. Un pliegue de origami que desorienta.
La vida se bebe a sorbos breves: como un buen vino.
Irrelevante: cuando nadas en el mar, la lluvia da igual.
El burdo burdel de El Llano ya no ofrece masajes a cuatro manos.
Déjame que te cuente el lado oscuro del mercado: venderse a uno mismo está muy bien pagado.
¿Qué se supone que debe uno pensar si cuesta más leer y aprender de los fallos de los demás que beber y cometer los propios?
Después de muchas vueltas y algún que otro tropezón, te das cuenta: no es la cabeza quien recuerda, sino el corazón.
Hijo, he aquí un hallazgo que te recomiendo no pasar de larg… ni olvidar: los humanos son bien lentos en dar… mas raudos cual rayo en recibir.
Desde pequeñito crecí igualito que un camaleón: un ojo en el presente –que es buen… otro en el pasado –que fue mejor–.
Cantar bajo la lluvia está sobrevalorado. Yo prefiero ser lluvia bailando en tu ventana: cantando en claqué