El Hogar que Merecemos
Un techo no es moneda de cambio,
no es juego de ricos sin quebranto,
es refugio, calor, abrazo familiar,
donde el sueño del pobre puede llegar.
Cuatro paredes que guardan el alma,
no son fichas en manos de una trampa,
no es oro lo que en ladrillos se esconde,
sino historias de lucha que el mundo asombra.
BlackRock y Vanguard, nombres de ambición,
acumulan casas como en un ajedrez de opresión.
Compran el barrio, el parque, el portal,
y al trabajador le roban su lugar.
¿Dónde dormirá el niño que sueña en paz?
¿En qué cocina la abuela hará su pan?
Si los fondos voraces todo engullen,
y el alquiler sube y el salario no brilla.
La vivienda es derecho, no inversión fría,
no es stock que se vende en la bolsa un día.
Es el suelo que pisa quien madruga a luchar,
la llave que abre dignidad sin dudar.
No más torres de cifras en pantallas de humo,
mientras familias se ahogan en deudas de lodo.
Que el ladrillo se forje con sudor y verdad,
no con números crueles que matan la igualdad.
Alcemos la voz, pueblo trabajador,
que el hogar no se venda al mejor postor.
Que las casas sean nidos, no jaulas de acero,
y que el pan del esfuerzo llegue entero y sincero.
Que caigan los muros de la especulación,
y broten raíces de justa razón.
Porque un mundo sin techo es un mundo sin paz,
¡La casa es para vivir, jamás para negociar!
—Luis Barreda/LAB