Tu sonrisa es un soplo de aire fresco. Un pliegue de origami que desorienta.
Vamos con prisa para llegar más rápido a ninguna parte.
Viaja ligero si quieres llegar lejos: la felicidad.
Voy a lanzarme a ver si existo: sin perdón, sin excusas, sin permiso.
Después de muchas vueltas y algún que otro tropezón, te das cuenta: no es la cabeza quien recuerda, sino el corazón.
La procesión va por dentro, no por teatro.
El bus veinte va como si no quisiera llegar al final.
Desde que desperté, me dediqué a desear dibujarla despierta y desnuda: danzando decidida
Irrelevante: cuando nadas en el mar, la lluvia da igual.
Las canas son sabiduría que se desborda.
El cuerpo que te ha tocado es el resultado de una lotería que no has jugado.
Hazlo o no lo hagas: no hay propósito alguno que te haga triunfar.
En efecto, yo –como cualquier elemento– lluevo lo que llevo por dentro. De hecho,
La débil dedicatoria que le dedico… para hacerlos míos se está desdibujando entre ojeras desgastadas y lírica… y se está volviendo ilegible
Las aceras siguen siendo ilegibles libros de pies cuyas páginas se revuelven al son del insomnio