#decepción #momento #poesía
Desde pequeñito crecí igualito que un camaleón: un ojo en el presente –que es buen… otro en el pasado –que fue mejor–.
Esta disputa —que el lector disfruta— de la zorra con las uvas me enseña
En efecto, yo –como cualquier elemento– lluevo lo que llevo por dentro. De hecho,
Hijo, he aquí un hallazgo que te recomiendo no pasar de larg… ni olvidar: los humanos son bien lentos en dar… mas raudos cual rayo en recibir.
Fuimos los perfectos políglotas: yo te hablaba en cristiano, tú me callabas en francés.
El bus veinte va como si no quisiera llegar al final.
La vida, qué ironía tan bella, termina siendo lo que pensamos de ella.
Don nadie que se ha quedado con casi nadie desde que tiene memoria sabe que no hacen falta
Dejaremos de complicarnos la vida sin sentido el día que nos llamen simple y nos parezca un cumplido.
Al final podré perecer petrificado por perder un pulso de miradas
Del maestro más mordaz, siempre somos aprendiz: las lecciones vitales siempre dejan cicatriz.
Hazlo aunque llueva, porque llueva o no llueva, no se hace solo.
¿Sin ganas de vivir? Vive sin ganas. Las ganas de vivir se ganan viviendo.
Larga es la historia, corta la conclusión: cada vez menos pelos en la lengua, más en el corazón.
La procesión va por dentro, no por teatro.